s e m a t e k a

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Sema 20 + Pixies!!!

8.10.08 by Andrés Jáquez


* Escucha mientras lees:

Wave of mutilation - The Pixies
Hey - The Pixies
Where is my mind - The Pixies
Gigantic - The Pixies
Levitate me - The Pixies
Is she weird - The Pixies

En mi universo favorito, de los miles que tengo encerrados en mi cabeza, Frank Black cantará eternamente In heaven everything is fine y yo escucharé atento y creyente en sus palabras.

La vida era más simple cuando The Pixies era la solución a todo. A todo.

Una anécdota.

Mi amigo, hermano, gurú y diablo favorito, Miguel (que posiblemente leerá esto en algún lugar frío de Europa) y yo fuimos a cenar con el que, en aquel entonces, era nuestro profesor de filosofía (a quien llamaré Kirke para no perder el encanto narrativo). Kirke tenía una política musical muy severa que consistía en el dominio absoluto sobre lo que sus visitas debían escuchar. Tenía siempre preparado un playlist para cuando alguien lo visitara. También tenía preparadas una suertes de malabares filosóficos y peripecias culinarias para mantener callada a su audiencia. Es así que sus pupilos descubrimos a Pat Metheny, a Peter Gabriel, Cat Stevens, Angelo Branduardi y decenas de artistas que no conocíamos. Expandía nuestra percepción musical y nos aturdía con preguntas existenciales que, honestamente, no deseábamos responder al estilo de: ¿cuál es el fundamento que te hace levantarte de tu cama diariamente? o ¿por qué niegas que el ser humano es tiernamente imbécil? Bla, bla, bla.

Aquella noche los tres descifrábamos nuestros arcanos -un ejercicio esóterico que deleitaba a Kirke como si fuera un niño chiquito con avalancha nueva- mientras escuchábamos Ommadawn de Mike Oldfield. Apreciamos la belleza y genialidad de ese álbum, nos deleitamos en sus texturas y cualidades épicas. Y en algún momento volteamos a la mesa de centro y descubrimos que un candelabro, posiblemente de piuter, se derritió. Miguel y yo, a manera de broma, insistíamos en las posibles implicaciones místicas y divinas del momento. Kirke creía que hablábamos en serio hasta que se nos escapó una breve sonrisa cínica y nos corrío de su casa. Incrédulos, y al mismo tiempo divertidos, salimos por la puerta que Kirke nos abrió y de nuevo estábamos en la avenida que solo hacía unas horas antes habíamos criticado como la más mal trazada de la ciudad.

Nos subimos de nuevo a la Jeep Cherokee roja. Encendí el estéreo y reinició Hey de The Pixies. Ambos gritamos como si fuera un grito de guerra: Pixies!!!

La vida era más simple cuando The Pixies era la solución a todo. A todo.


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