I wanted to burn the Louvre.
I'd do the Elgin Marbles with a sledgehammer
and wipe my ass with the Mona Lisa.
This is my world, my world,
and those ancient people are dead.
- Fight Club (libro), Chuck Palahniuk, Capítulo 16.
We're the middle children of history...no purpose
or place.
We have no Great War,
no Great Depression.
Our great war is a spiritual war.
Our great depression is our lives.
- Fight Club (filme), guión escrito por Kim Uhls,
dirigido por David Fincher,
novela escrita por Chuck Palahniuk.
I'd do the Elgin Marbles with a sledgehammer
and wipe my ass with the Mona Lisa.
This is my world, my world,
and those ancient people are dead.
- Fight Club (libro), Chuck Palahniuk, Capítulo 16.
We're the middle children of history...no purpose
or place.
We have no Great War,
no Great Depression.
Our great war is a spiritual war.
Our great depression is our lives.
- Fight Club (filme), guión escrito por Kim Uhls,
dirigido por David Fincher,
novela escrita por Chuck Palahniuk.
Intro. Marcar X es un acto violento.
En 1991 se publicó la primera impresión del libro que marcó a todos los nacidos entre 1960 y 1980: GENERACIÓN X. Douglas Coupland, diseñador, artista y escritor logró capturar los síntomas de una generación enajenada con los artificios que una realidad superficial construía sin demasiadas dificultades. Hijos de MTV, seguidores de Kurt Cobain, fanáticos de todo aquello que tuviera el sello de alternativo, héroes consagrados y sobrevivientes de familias disfuncionales y amantes de todo tipo de productos que mejoraran su identidad...su autoestima -desde las perforaciones salvajes, ornamentación que nos remite a una época de símbolos primitivos, hasta los acondicionadores y extractos de la naturaleza más excéntricos-. Esta era una generación criada por mujeres, olvidada por los hombres, sin camino, sin guías, sin mitos. Algunos pensadores intentaron convencerla de que era la generación que inventó el postmodernismo, no fue suficiente para hacerla despertar, no entendía razones, no lograba acunar una sola preocupación. Esta es la generación que hizo de Michael Jackson un dios, un criminal en potencia, un pederasta. Todos fuimos culpables. Yo pertenezco a esa generación.
Cinco años después se publica un libro que muy pocos lograron adquirir, comprender y difundir: FIGHT CLUB. Chuck Palahniuk intentaba superar sus malos ratos, los rechazos constantes de las compañias editoras y no le tomó mucho tiempo tocar fondo. Probablemente haber llegado al sótano emocional e intelectual hizo que uno de los argumentos principales de su obra sea la búsqueda auténtica de la autodestrucción, ("If you lose your nerve before you hit the bottom," Tyler says, "you'll really never succeed."), para alcanzar la libertad personal. Cuando el libro fue publicado, por un editor arriesgado, salió al mercado con nulas expectativas de venta y recepción. Algunos críticos confiesan que no tenían las palabras necesarias, ni la audiencia apropiada, para describir lo que tenían en sus manos, así que lo cerraron y guardaron en el cajón. Los lectores de la primera impresión registraron cada sentencia, cada idea y crearon un grupo silencioso, compacto e imperceptible que fue moviendo el significado, el mensaje entre los suyos, entre sus tribus, enmedio de sus clubes o en las calles, lo llevaron a los rincones oscuros de la realidad que se gestaba y preparaba para el siglo XXI. Fight Club era la respuesta que los habitantes del planeta shampoo, marcados con la X, estuvieron esperando por años. Era la palabra que necesitaban escuchar para ser salvados, glorificados, reinventados. Los seguidores de FIGHT CLUB se olvidaron de las perforaciones y las fragancias, los pantalones kakhis y la teoría del color, ya no les importaba cómo vestirse y bajo qué combinaciones, ya no les interesaba subir el volúmen de la realidad para olvidar sus sueños fallidos. Los luchadores de los distintos clubes de pelea que se fueron montando a lo largo de los Estados Unidos de Norteamérica no se inmutaban ante nada...y, principalmente, asumieron que la gran depresión que les tocaba vivir era su vida.
Mientras tanto, mientras el tiempo jugaba la parte que le correspondía, los X tenían que lidiar con la generación Baby Boom -que comprende a los nacidos entre 1946 y 1960-, los creadores de la prosperidad -los mismos que lograron erradicar la mayoría de los virus que siglos antes erradicaron pueblos y civilizaciones enteras, los mismos que sobrevivieron, al menos, dos grandes guerras -una de ellas mundial-, los mismos que fortalecieron economías e imprimieron la inercia del capitalismo liberal- y librar una batalla sin sentido, anacrónica, para proteger su territorio delimitado por la falta de sueños, expectativas y obligaciones.
El sueño moderno de las dos décadas anteriores no hacía eco en los oídos ensordecidos por las disonancias de un Heavy Metal que estaba en vías de extinción y consolidando el sonido fácil y digerido del rock alternativo. La generación beat solo servía para justificar un nihilismo sexual y contagiado de bofetadas a la autoridad. HOWL, el poema maldito de Allen Ginsberg, se recitaba en fiestas oscuras y sin comprender realmente su intención poética, su mensaje infinito (muchos años después se pudo comprender, al ver a la nueva generación celular moverse, hablar y pensar como zombies -muertos en vida-, el verdadero poder imbuido en ese largo, y apocalíptico, discurso sobre la tristeza de ver cómo la humanidad se va por la alcantarilla más sucia y corroída). Se veía venir la decadencia de los valores familiares y las argumentaciones sexuales, era inevitable no sentirse parte del sueño americano sin importar en qué lugar del mundo se sintonizara el canal que ponía una y otra vez en su programación Smells Like Teen Spirit.
SMELLS LIKE TEEN SPIRIT - NIRVANA
Todo se resumía a vivir viajando de un planeta Dennys a uno llamado Budweiser, comprar el mobiliario IKEA que mejor definía al ser humano y tener un refrigerador sin comida pero lleno de condimentos, hasta el día en que, muchos hijos olvidados de la historia, abrieron los ojos cuando vieron el filme, en el año 1999, llamado FIGHT CLUB, protagonizado por los hollyboys del momento: Brad Pitt y Edward Norton.
Yo también asistí a las primeras funciones, yo también la ví varias veces, yo también me aprendí sus diálogos y aplaudí en la escena final, en medio de la destrucción de toda la historia, cuando se escucha melódicamente Where is my mind?, interpretada por The Pixies -una de mis bandas de rock favoritas de la adolescencia-. Yo también presencié el engaño, el truco, el acto de magia. Soy parte de esa masa de espectadores que descubrió la verdad, expuesta en un atisbo, con miedo, en el texto escrito, en el FIGHT CLUB de palabras, distinto, en los momentos cumbre, al FIGHT CLUB de venticuatro cuadros por segundo.
SECUENCIA FINAL - FIGHT CLUB / WHERE IS MY MIND? - THE PIXIES
En esta serie de posteos intentaré dejar en claro qué pasó con Marla Singer. Utilizaré la deconstrucción de Derridá para asumir mi herencia, mi amor cercano a la obra de Palahniuk, a su intención original y serle infiel para regresar, como hijo pródigo, a los brazos rotos y ensangrentados de la personalidad masculina, disociada y desordenada, que enaltece FIGHT CLUB y que tiene como líder a Tyler Durden.
Las fuentes, si bien se complementan, las usaré como pretexto, como puente, para lograr encontrar, descubrir, la trampa en la que, supuestamente, ha caído Marla Singer. Dicha trampa, si es que hay alguna, deberá ser desarmada y colocada estratégicamente en un nuevo camino con la intención de observar los tropiezos de otros turistas, otros personajes, otros discursos. El guión cinematográfico no aporta nada nuevo, solo la evidencia, el acto jurídico, de que al pasar del libro a la pantalla algo se quedó afuera, olvidado, alejado. Mi hipótesis es que la decisión no solo fue de David Fincher (el director de la película) sino que fue un acto premeditado con anterioridad, desde las entrañas del texto original. Marla Singer fue reducida por la película a una equívoca y tonta figura femenina, víctima de un loco enamorado que no sabe lo que debe hacer con su vida. En el libro el acto de sometimiento fue, por mucho, más agresivo, fue un acto suicida. Sin embargo, en la mente de lectores y espectadores, Marla siempre triunfa. Esa es su gran victoria sobre el escritor y el director. Marla sobrevive, prevalece y descansa en el inconsciente colectivo, depositada en el OTRO, almacenada y refrigerada en la narración histórica.
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