s e m a t e k a

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¿Quién engañó a Marla Singer? Segunda parte.

15.12.08 by Andrés Jáquez

That old saying, about how you always kill the thing you love,
well, it works both ways.
- Fight Club (libro), Chuck Palahniuh, capítulo 26.



Deconstruir el miedo a través de las fisuras.

En mi clase de Análisis de las Fuentes I, parte de mi estudio en la maestría en Historia de la Sociedad Contemporánea, en la Universidad Iberoamericana Torreón, abordamos la hermenéutica - con especial énfasis en Hans-Georg Gadamer -, la teoría de la recepción estética que concibió Hans Robert Jauss, la metahistoria de Hayden White y la deconstrucción sugerida por Jacques Derridá para descubrir el destino de un texto.

En cada sesión fuimos descubriendo, mis compañeros y yo, que la historia siempre es literatura, que la historia construye tramas literarias, que la argumentación científica, de cualquier tipo, está plagada de metáforas y que el imaginario colectivo ha sido capaz de inventarse una línea temporal que entrelaza lo sucedido en la humanidad para explicarse, justificarse, una existencia de sentido, de significación. A manera personal pude ir afinando conceptos que ya he venido usando en mi curso de semiótica para el diseño. Conceptos tales como la idea del ser humano visto como un ser histórico. A mis alumnos siempre les inculco la idea de que el diseño, la designación de la realidad, es mera narración, les transmito la concepción de un ser que ante todo cuenta historias y me permito construir una serie de reglas y juegos para dilucidar y exponer la estructura de una comunidad, el mecanismo interno que hace funcionar todo en un tic-tac de relaciones simbólicas, marcando y midiendo los brincos y movimientos que ejecutan los signficados que hemos otorgado a los objetos.

En las cuatro corrientes de pensamiento, antes mencionadas, localizamos un tema común, que los vincula y entrelaza: la historia observada como literatura, como narración de acontecimientos y hechos significativos. Una primera impresión nos haría pensar que no solo son semejantes sino que entre ellas mismas se conducen unas a otras, quizás hasta se podría pensar que son pasos obligados en un gran método para hacer historia, historizar. Habrá quien lo vea así y todo indica que, si todo es una interpretación literaria, es posible hacer mezclas y combinaciones para observar como niños juguetones lo que pueda ocurrir. Sin embargo se debe señalar que sí existen diferencias, que la ingeniería con la que han sido pensadas y construidas solamente es común de manera externa. Al interior de cada corriente hay cosas particulares, específicas, ideas y vida independientes, que se cultivan y germinan en un ambiente contenido, vigilado y resguardado. Ahí donde la hermenéutica propone la fusión de horizontes la deconstrucción la imposibilita, la impide, la evita. Ahí donde la recepción es posible por algún lector y que el autor sea un ente reconocible, es ahí mismo donde la metahistoria expone la ideología de ambas partes (emisor y receptor) para desenmascarar las dobles intenciones. Cuando la deconstrucción habita la incertidumbre, la alimenta, no hay otra corriente que pueda respirar enmedio de ella.

Si nuestra única posibilidad es reducir los equívocos de los constructos comunicativos, si nuestra única garantía es que siempre seremos captados de manera polisémica, de manera distinta dependiendo del lugar y del tiempo en el que seremos recibidos, leídos, entonces nos queda una libertad un tanto extraña, una libertad de posturas y discursos que nos permite producir mensajes superpuestos, hipertextos, y jugar al loco, al ciego, al sordo sin ningún remordimiento. Es entonces que los miedos habitables se esfuman, es entonces cuando podemos ser lo que siempre hemos sido: intención. La mira telescópica, asesina, de la deconstrucción apunta y atina en ese blanco móvil y escapista. Es por eso mismo que la deconstrucción me viene bien cuando quiero serle infiel a Chuck Palahniuk y enjaular lo no-dicho, lo que se quedó entre líneas. La deconstrucción me sirve para dialogar con Tyler y Jack cuando son una sola entidad, para preguntarles cuál es su miedo más grande, para descubrir que Marla Singer es el principio-y-fin de su existencia, para detener al narrador omnisciente, saturado de ideas e información -esquizofrénico-, y dejarlo en silencio, asumiendo su derrota, su verdad, su intención.

Jacques Derridá no ensambló su teoría deconstructiva como si de una receta de cocina se tratara, precisamente porque su objetivo es eliminar tales ataduras y golpear los cimientos de toda obra intelectual, sacudirla y del polvo, de los restos, oler la fragancia escondida, la base olfativa, en todo discurso, en toda mentira, en cualquier signo. La deconstrucción no busca culpables, no desea castigar y tampoco incita a la destrucción. Se deconstruye lo que se ama, diría Derridá, para convencerse en la causa, asumirse en la herencia, hundirse en la historia. Deconstruir lo que se ama es un acto suicida, un acto de amor verdadero, un gesto romántico y puramente idealista. Deconstruir es psicoanálisis, diría Zizek, deconstruir es arrojarse al vacío, diría Tyler Durden, deconstruir es anudarse la camisa de fuerza, diría Eliseo Alberto, deconstruir es no hablar de uno mismo, diría Thom Yorke, deconstruir es detenerse, diría Allen Ginsberg.

Deconstruir es desmontar, contar las partes, hacer un inventario, localizar las piezas faltantes e ingeniárselas para construir algo nuevo. Y si bien no hay un método deconstructivo, o un manual, en nuestra clase logramos - logró nuestro profesor a marchas forzadas - enlistar y enumerar los nudos necesarios, las conexiones pertinentes, los puntos de fuga elementales para realizar un ejercicio deconstructivo, para hacer trazos en lienzos de interpretación. Estos pasos posibles para una deconstrucción son:


1. Amor.
2. Asumir la herencia.
3. Responsabilidad.
4. Captar el momento dogmático.


En la tercera parte de este análisis sobre FIGHT CLUB explicaré cómo operan los cuatro apartados al aplicarlo a mis dos fuentes, libro y película, a partir de una secuencia omitida -en el filme- y que rebela la intención original del autor, que expone la fisura del gran edificio masculino, homoerótico, del texto.

Jacques Derrida On The Problematics Of Deconstruction.

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